Para el piloto, el límite es solo una ilusión. La pista se convierte en su campo de batalla, la moto en su espada y el tiempo en su mayor enemigo. No compite contra otros, compite contra sí mismo, contra la duda que intenta infiltrarse en su mente. Cada giro de muñeca acelera su corazón, cada frenada es un cálculo milimétrico entre la gloria y el desastre. Pero no teme, porque sabe que nació para esto: para desafiar la física, para dominar la velocidad y escribir su leyenda.