Para un escultor, cada pieza es más que una estructura simple; es una manifestación de su visión y emociones. La elección del material, la forma y el tamaño de la escultura reflejan su personalidad y su intención artística. Cada golpe de cincel o cada modelado con las manos es un diálogo entre el creador y su obra, una lucha entre la inspiración y la resistencia del material. El escultor siente su arte, lo moldea con paciencia y dedicación, hasta que finalmente la pieza cobra vida y comunica su mensaje a quienes la contemplan.
El escultor no hace más que llamar, con el cincel y a golpe de martillo, a los guerreros que duermen en las espesuras del mármol.